“Era 1968, un año muy importante. Las personas estaban en las calles, la revolución se sentía en el aire, lanzábamos el “Álbum Blanco” y un astronauta llamado William Anders sacaba una de las fotografías más influyentes de todos los tiempos.
Era la víspera de Navidad. Anders y su comandante Frank Borman acababan de convertirse en los únicos seres vivos en orbitar alrededor de la luna. Luego, a través de la pequeña ventana de su nave espacial, Apolo 8, sus ojos se estremecieron con algo que nadie había visto antes. Algo tan familiar y tan extraño a la vez, algo impresionante en su belleza y fragilidad. ”Oh, Dios mío!”, gritó Borman. “¡Mirá esa imagen! Es la Tierra que viene hacia nosotros. ¡Qué hermoso!”.
“¿Jim, tienes un rollo de película a color?” dijo Anders. “Pásame ese rollo rápido, por favor”. Por un minuto, más o menos, dos seres humanos en una cápsula, y a casi 400.000 kilómetros de sus hogares, trataban desesperadamente de poner un rollo Kodak en una cámara. Luego,Anders se asomó por la ventana, disparó y capturó una imagen de nuestro delicado planeta apareciendo lentamente en el horizonte sobre la luna. Esa sola imagen causó tal impacto en la psique humana que está vinculada al nacimiento del movimiento ambientalista mundial, cambiando la manera en que pensamos sobre nosotros mismos.
Eso fue hace más de cuarenta años, lo que tal vez parezca poco en la historia del tiempo humano, pero algo extraordinario sucedió desde entonces.
Durante 800.000 años el océano Ártico estuvo cubierto por una lámina de hielo marino del tamaño de un continente. Pero en las décadas que siguieron a la foto, los satélites no dejaron de medir año tras año un constante derretimiento de esa cubierta blanca. Gran parte de esos hielos ya desaparecieron y es probable que el Polo Norte llegue a ser sólo agua y que mis hijos sean testigos de ese hecho. Incluso podría llegar a verlo yo mismo.
Piensen en ello. Desde que fue tomada la foto de 1969 estuvimos tan ocupados contaminando el mundo que ahora se ve extremadamente diferente desde el espacio.Estuvimos lanzando tanto carbono a la atmósfera usando combustibles fósiles y quemando nuestros bosques más antiguos que, hoy en día, los astronautas miran un planeta distinto.
Y aquí hay algo que me desconcierta. A medida que el hielo retrocede, los gigantes del petróleo avanzan. En vez de ver el derretimiento de los hielos como una advertencia grave para la humanidad, están poniendo la mira en el petróleo previamente inaccesible que se encuentra debajo del lecho marino en la cima del mundo. Están explotando la desaparición de los hielos para perforar en busca del mismo combustible que generó el derretimiento en primer lugar. Los combustibles fósiles colonizaron todos los rincones de nuestra tierra, pero en algún momento y en algún lugar tenemos que decir “basta”. Creo que el tiempo es ahora y que ese lugar es el Ártico.
Es por eso que me uní a la campaña de Greenpeace para crear un área legalmente protegida alrededor del Polo Norte y para que quede prohibida la perforación petrolera y la pesca industrial en aguas del Ártico. Mi nombre será uno los dos millones de nombres que Greenpeace va a llevar al Polo en una cápsula que será colocada bajo el hielo en el fondo del mar. Estamos actuando juntos para garantizar que el Ártico siga existiendo para el bien de la vida en toda la Tierra.
En sólo un mes, más de un millón de personas ya firmaron en www.salvaelartico.es, pero si todavía no lo hiciste tienes la oportunidad de que tu nombre se sume al mío.
Y si te conmueve tanto como a mí la impresionante vida silvestre del Ártico entonces no pierdas tiempo en sumarte a la Rebelión Polar, el movimiento generado a través de una plataforma online para salvar el Ártico. Puedes elegir unirte al clan de cinco especies del Ártico: oso polar, búho polar, zorro del Ártico, morsa o narval. Una vez elegido el clan, la misión es reclutar nuevos compañeros para hacer crecer el movimiento sumando puntos entre todos los clanes. Es otro momento histórico en el que tratamos de conmover a las masas para que, entre todos, tracemos una línea en el hielo que ponga un límite a quienes quieran destruir el Ártico para decirles: “Aquí no pueden pasar”. Así que ahora debo decidir a qué especie polar me voy a unir.
Sí, adivinaron. Soy la Morsa”.
Post escrito por Paul Mc Cartney para Greenpeace
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